Coincidencias y probabilidades: una reflexión sobre algunos acontecimientos recientes
Últimamente pudimos observar coincidencias bastante llamativas entre eventos que no parecen estar relacionados entre sí. Pero al final, todos tienen algo que ver con el espacio y la astronomía.
En la mañana del 15 de febrero de 2013, Cheliábinsk, una ciudad en Rusia, al sur de los Urales, sufrió el impacto de un pequeño asteroide. El intruso espacial sobrevoló varias provincias rusas y la ciudad, y explotó, entrando a la atmósfera, a unos 30-50 kilómetros de altura. En el momento de la detonación, su luminosidad fue mayor que la del Sol por unos instantes. El meteorito liberó una energía de 500 kilotones, 30 veces superior a la bomba atómica de Hiroshima. La NASA estima que el tamaño del objeto sería de 17 metros por 15 metros, con una masa de 10 000 toneladas en el momento de su ingreso a la atmósfera, haciéndolo a una velocidad de 18 km/s.
En cuanto a daños materiales y personales, los medios de comunicación informaron de unas 1491 personas heridas (de las cuales más de 112 tuvieron que ser trasladadas a hospitales), la mayoría de ellas debido a la onda expansiva producida, ya que ésta provocó el destrozo de ventanales, cristales, causando heridas cortantes en muchas personas, y daños materiales en edificios.
Solo unos 16 horas después de este impacto en Rusia, pasó el asteroide 2012 DA14 a 27700 km de la superficie de la Tierra. Esta distancia es menor que la órbita de los satélites geosincrónicos (que orbitan a la Tierra en 24 horas), y corresponde solo a 7% de la distancia promedio entre la Tierra y la Luna. 2012 DA14 tiene un diámetro estimado de 45 metros y una masa estimada de 130.000 toneladas, 13 veces mayor que la que impactó en Rusia.
Entonces, durante el mismo día, el 15 de febrero de 2013, tuvimos dos eventos “impactantes”: el impacto verdadero de un cuerpo espacial pequeño, y la pasada muy cercana de un asteroide, de un tamaño un poco mayor. Este último fue un récord: Nunca antes se pudo observar una pasada tan cercana a la Tierra de un objeto que se había descubierto con anticipación, pudiendo calcular su órbita y predecir hora y lugar de su acercamiento. El impacto en Rusia, en cambio, fue una sorpresa, nadie lo predijo. Las órbitas de ambos cuerpos son muy diferentes, por eso se descarta que estén físicamente relacionados entre sí. Su coincidencia es pura casualidad. ¿Cuál es la probabilidad de esto?
El bólido de Chelyábinsk solo se puede comparar con el evento Tunguska del 30 de Junio de 1908, también en Rusia, en Siberia en un área despoblada, que causó la destrucción de unos 2000 kilómetros cuadrados de bosques, árboles rotos y quemados por una onda de choque muy potente. Si suponemos que eventos como los dos mencionados en Rusia ocurren en promedio cada 105 años (como en nuestro caso), igual a unos 38000 días, la probabilidad de que ocurre un impacto cósmico en un día prefijado (por ejemplo el día de una pasada cercana de un asteroide) es del orden 1:38000, muy poco, pero posible. Por eso pudo ocurrir.
Casi exactamente un mes después, el 13 de marzo de 2013, también hubieron dos acontecimientos de importancia internacional: al mediodía se inauguró oficialmente el observatorio ALMA, cerca San Pedro de Atacama, en presencia del presidente chileno Sebastián Piñera y unos 500 invitados.
Solo cuatro horas más tarde, salió humo blanco de la chimenea de la capilla Sixtina en el Vaticano, y poco después se conoció el nombre del Papa nuevo, Francisco, de nacionalidad argentina. Esta vez, las coincidencias no fueron tan improbables: La inauguración de ALMA se planificó con anticipación, y la renuncia de Benedicto XVI el 28 de febrero implicó un cónclave unas dos semanas después, con un posible término el mismo 13 de marzo. Así ocurrió, pero hubo dos hechos notables:
Por un lado, la noticia muy importante de la inauguración de ALMA (un observatorio con características únicas en la Tierra, y perspectivas fantásticas para la ciencia y tecnología del siglo XXI) fue casi totalmente eclipsada por la otra noticia: el humo blanco en el Vaticano. De repente, nadie se interesó por ALMA, y todo el mundo enfocó su atención a lo que estuvo pasando en Roma.
Por el otro lado, revelamos aquí una coincidencia que no mencionó ninguno de los miles de periodistas que cubrieron todo que pasó durante los últimos días en el Vaticano: El nuevo papa y la astronomía. Para esto hay que recordar que el minúsculo estado del Vaticano mantiene unos de los observatorios astronómicos más antiguos en el Tierra: la prestigiosa “Specola Vaticana”, el Observatorio Vaticano, fundado en 1578 por el papa Gregorio XIII, para preparar y apoyar la famosa reforma gregoriana del calendario que se practicó a partir de octubre de 1582 en el mundo católico, por orden del mismo Papa. El primer director de este observatorio, Cristóbal Clavio (1538-1612), un jesuita alemán, fue el promotor científico de tal reforma del calendario. Con él se inició la tradición de contratar padres de la orden jesuita como astrónomos en el observatorio Vaticano, que durante los siglos operaba siempre en la vanguardia de la ciencia. Por ejemplo, el astrónomo padre Pietro Angelo Secchi SJ (1818 – 1878) fue un gran experto en el estudio de manchas solares y un pionero en el análisis espectral y el inicio de la astrofísica. Hasta 1930 el observatorio operaba en el Vaticano. Sin embargo, la creciente contaminación lumínica en la cuidad de Roma motivó al Papa Pío XI reubicar el observatorio en la residencia de verano de los papas en Castel Gandolfo, unos 25 kilómetros de Roma. Aquí se equipó el observatorio con dos telescopios nuevos. En 1981 el entonces director del observatorio padre George Coyne SJ trasladó al Grupo de Investigación del Vaticano a Arizona, USA, para poder aprovechar las mejores condiciones climáticas, comparado con cualquier lugar europeo. Hoy se opera allí el “Vatican Advanced Technology Telescope (VATT)” en el observatorio Mount Graham, en conjunto con la Universidad de Arizona.
El Observatorio Vaticano cuenta hoy, según su página web, con un total de 16 académicos activos en la investigación astronómica, de diferentes nacionalidades, todos jesuitas. Su director actual es el padre José Gabriel Funes SJ de nacionalidad argentina. ¡Un argentino jesuita, coincidentemente con el Papa Francisco quien es el primer argentino y el primer jesuita en la Santa Sede! Es de nuevo una coincidencia inesperada. ¿Esto implicará tal vez un auge importante a la investigación en el Observatorio Vaticano que hasta ahora ha sido muy exitosa?
En la página web mencionada hay una sección “FAQ”. Una de las preguntas dice: ¿Tiene el Papa un interés personal por la astronomía? La repuesta: “Específicamente no. El está más interesado en aspectos generales, como la relación entre la ciencia y la teología, y en estudios interdisciplinarios. Sin embargo, Pio XII podría ser considerado como un astrónomo aficionado.”
¿Cómo se contestará esta pregunta en referencia al Papa Francisco? El futuro lo revelará.