Desde el Cerro Paranal se observó la Luna – y se detectó vida en la Tierra

Observando la Luna, los astrónomos han encontrado evidencia de vida en el Universo — concretamente en la Tierra. Encontrar vida en nuestro planeta puede parecer una observación trivial, pero el nuevo enfoque de un equipo internacional puede llevar a futuros descubrimientos de vida en otros lugares del Universo. El trabajo se describe en un artículo que aparece en el número más reciente de la revista Nature, con Michael Sterzik (ESO) como autor principal. Los astrónomos analizaron la débil luz que emite la Tierra, y que está reflejada por las partes oscuras de la Luna, no iluminadas por el Sol. Así se puede buscar indicadores, como ciertas combinaciones de gases en la atmósfera de la Tierra, los delatores de la presencia de vida orgánica.

Las huellas de vida, o biomarcadores, son difíciles de encontrar con métodos convencionales, pero el equipo ha sido pionero al aplicar un nuevo enfoque más sensible. En lugar de limitarse a observar cuán brillante es la luz reflejada en diferentes colores, también observan la polarización de la luz, una técnica denominada espectropolarimetría. El equipo estudió tanto el color como el grado de polarización de la luz de la Tierra tras ser reflejada por la Luna, como si la luz viniera de un exoplaneta. Consiguieron deducir que la atmósfera de la Tierra es parcialmente nubosa, que parte de su superficie está cubierta de océanos, y que — y esto resulta crucial — hay vegetación. Pudieron incluso detectar cambios en la cobertura de nubes y en la cantidad de vegetación en diferentes momentos, dado que la luz reflejada por la Luna provenía de diferentes partes de la Tierra. Este método hace de la Tierra un punto de referencia para la futura búsqueda de vida en planetas más allá del Sistema Solar.

La próxima generación de telescopios, como el E-ELT (European Extremely Large Telescope), podría ser capaz de darnos la extraordinaria noticia de que la Tierra no está sola como portadora de vida en el vasto Universo.

Más detalles en un comunicado científico reciente de ESO aquí