La Vía Láctea, nuestro hogar en el Universo

¿Hogar? Sería un hogar bastante amplio, porque mide unos 100000 años luz de diámetro y contiene del orden de 200 mil millones de estrellas. Estas son cifras que nadie se puede imaginar.

Para ayudar a la imaginación, consideremos un modelo: Encogemos nuestro sistema solar por un factor 21000000000. El Sol correspondería a una pelota de tenis de 6,5 cm de diámetro, y la Tierra a una cabeza de alfiler de menos de 1 milímetro, girando alrededor del Sol a una distancia de casi 7 metros. Sin embargo, a esta escala, la estrella más cercana, α Centauri, se ubica a unos 1900 km del Sol, la distancia entre Santiago y Arica: allí se encuentra la próxima pelota de tenis. En realidad, como α Centauri es una estrella triple, tendríamos dos pelotas de tenis en Arica, separado por 165 metros, y una tercera más pequeña, del tamaño de una pelota de ping-pong, y mucho más lejana de las otras dos, unos 42 km al sur de Arica (en la mitad de la distancia Arica – Cuya): esta es “Proxima Centauri” la estrella más cercana al Sol.

Otro ejemplo: Sirio, la estrella más brillante en nuestros cielos, se ubica a 3800 km de Santiago (en la Villa Las Estrellas, Antártica Chilena), Altair (α Aquilae) a 7000 km (en Cuidad de México) y Vega (α Lyrae) a 11400 km (en Madrid, España). Así captamos la típica densidad de estrellas en la Vía Láctea: cada 2000 km una pelota en nuestro modelo. Algunas pocas pelotas serán más grandes, tamaño entre un balón de fútbol y un edificio, pero la gran mayoría corresponde a pelotas pequeñas, de ping-pong o hasta aquellas canicas de vidrio, juguetes tradicionales de los niños. La típica distancia entre ellos se mantiene: 2000 km (!). El espacio total que ocupan es enorme: Imaginamos tener que llenar tantos mil millones de pelotas en el volumen de un disco grande de la forma de nuestra Vía Láctea: necesitaríamos en nuestro modelo un disco con un diámetro de 45 millones de km y con un grosor de 1.5 millones de km. Este grosor es casi 4 veces la distancia Tierra – Luna mientras su diámetro corresponde a la distancia mínima entre Tierra y Venus. De nuevo, cantidades difíciles de imaginar.

Pero dejemos el juego con números. La Vía Láctea es, sin duda, el objeto astronómico más extendido que podemos ver a simple vista: ocupa una franja que se extiende por todo el cielo, 360 Grados a lo largo del “plano galáctico”. Estamos dentro, somos parte del sistema, es realmente nuestro hogar, a pesar de todo.

La Vía Láctea no consiste sólo de estrellas. Hay lugares oscuros en la franja luminosa de la Vía Láctea. Esto ya lo observaron varios pueblos indígenas hace siglos, creando constelaciones oscuras con su propia mitología. Una de tales regiones más famosas es el "Saco de Carbón" entre las constelaciones Cruz del Sur y Centauro. Los Incas lo identificaron como un sapo, mientras los aborígenes australianos vieron la cabeza de un Emú en esta mancha oscura, aparentemente sin estrellas. Para los mapuches, el Saco de Carbón representa el cuerpo de un avestruz que se encuentra echado en el suelo y su pata está compuesta por las cuatro estrellas de la Cruz del Sur. Hoy sabemos que aquí la luz de las estrellas más distantes está parcialmente bloqueada por nubes densas de polvo interestelar.


¿Nubes densas? De nuevo, tenemos que olvidar nuestra percepción cotidiana. La distancia promedia entre las partículas microscópicas de polvo en el Saco de Carbón es del orden de 100 metros, que corresponde a una densidad de 3•10-25. g/cm3, 20 órdenes de magnitud menor que el mejor vacío que podemos crear con tecnología ultramoderna en nuestros laboratorios - ¡y esto los astrónomos lo llaman "denso"!

La Vía Láctea presenta muchas más sorpresas, cosas realmente densas como enanas blancas, púlsares y agujeros negros, y objetos fascinantes en sus fotografías a todo color como nebulosas planetarias, regiones del la formación de estrellas y cúmulos estelares de todas edades. Vamos a volver sobre estos temas muy pronto.